My Dreams Come True [Justin y tú]

"¿Por qué lloras? No tienes motivos... Puede que pienses que hay cosas imposibles, pero ¿sabes? Ahí fuera hay más mundo del que crees, tienes posibilidades de hacer lo que te venga en gana y nadie te dirá lo contrario. Sólo tienes que creer. Persigue tus sueños y nunca digas nunca". Una bonita historia de cómo una Belieber cumple su sueño...

sábado, 15 de septiembre de 2012

·Capítulo uno; My Dreams Come True. [Justin y tú]


Abro los ojos. Miro a mi alrededor. ¿Dónde estoy? Esta no es mi casa, no son mis muebles. Me destapo sigilosa, bajo de la gran cama y me dirijo a una pequeña puerta entreabierta. Me gustaría decir que esto no me da miedo, pero no hay nadie. Y sí, me da miedo. Abro la puerta y escucho unos pasos, voy corriendo de puntillas hasta la cama, me tumbo y me tapo de nuevo. Entrecierro los ojos y veo como la puerta se abre. Es Gonzalo. Lleva algo en las manos, cierra la puerta con el pie y me mira sonriente. Ya sé lo que trae. Es una bandeja, un desayuno. Es tan mono. Deja la bandeja sobre la mesa de noche, se sienta a mi lado y me acaricia la mejilla.

Oye, princesa, despierta –abro los ojos y me desperezo, intentando que parezca real que me acabo de levantar. Él me mira mientras sigue sonriendo, se acerca y me besa la mejilla con cuidado. Me duele. Sonrío.
¿Qué hago aquí? ¿Y por qué me duele la mejilla? ¿A caso me he dado un golpe? –no dejo de preguntar, él me mira fijamente a los ojos, ríe y niega con la cabeza–. No te rías, no me hace gracia. ¿Mi madre sabe que me he quedado aquí?
¡Claro que lo sabe! Dani, por Dios, que es como mi tía, somos hermanos prácticamente. ¿Cómo no la iba a avisar? –voltea los ojos y vuelve a sacar esa sonrisa que hace que yo sea feliz, la que tantas veces me ha sacado adelante–. Y ahora, vístete princesa. Nos vamos de compras. Tienes el concierto de Bieber y los dos necesitamos ropa.
Espera... ¿Qué? –grito y le miro sorprendida–. Eso no querrá decir que vienes conmigo ¿no? –él me mira y sólo asiente, yo saco la mayor de mis sonrisas y le abrazo con todas mis fuerzas–. ¡Aaaaaaah! Te quiero, te amo, te adoro y te llevo a los toros –reímos y salgo de la cama–. Bueno, en ese caso, a desayunar y una mañana de shopping ¿no bro? –él sonríe y se levanta.
Vístete tranquila, yo te espero abajo ¿vale?
¡Oye, espera! ¿No me vas a contar lo que pasó anoche y el por qué de quedarme aquí? No lo entiendo ni tampoco es que me acuerde de mucho.
Mmmm... Ya luego te lo cuento más tranquilos, no creo que tengas ganas de saberlo. Y aunque te lo dijera e intentase calmarte no serviría de nada. Así que venga, desayuna y te vistes. No tardes, hay que coger el autobús de las doce y media –se dirige hacia la puerta, la abre, sale y cierra. Y me deja aquí, en ascuas, sin más.

Cojo la pequeña bandeja que, aún siendo pequeña, trae un buen desayuno. Dos tostadas, un café, un zumo, mermelada y una manzana. Sonrío y cojo las tostadas aún sentada en la cama, las unto y las dejo sobre el plato. Bebo un poco de café y le doy el primer bocado a la tostada. Y otro, y otro, y otro, y así hasta que ya no queda. Ataco a por la otra, el primer bocado, el segundo, el tercero, el cuarto, y sigo mordiendo y masticando hasta que igual que a la otra, ya no queda. Bebo más café, éste se acaba y entonces bebo zumo. Me lo acabo y cojo la manzana, ésta la guardo para después. La dejo encima de la mesa de noche, pero apartada de la bandeja. Me levanto y me estiro, esta vez con ganas. Abro las cortinas que estaban un poco cerradas y voy hacia una bolsa en la que pone en grande 'Justin Bieber :)', es de cuando me compré Someday. Aún huele a la colonia. Dentro está mi ropa, la saco y, para no haberla escogido yo (con lo estricta que soy para esas cosas) está muy bien. Unas Vans rojas, mi camiseta de EEUU y unos shorts azules. A juego con los zapatos viene mi diadema favorita, la roja. La conservo desde pequeña y me encanta. Mi collar de 'Believe' plateado y mis perlas blancas. Seguramente todo esto lo haya cogido Gonzalo, es el único que me conoce de verdad. Cada detalle, cada virtud y, por supuesto, cada defecto. Entro al baño y cierro la puerta. Abro el grifo y dejo la ropa sobre el lavabo. Huelo mucho a alcohol. Me desnudo y cojo dos toallas, una para el pelo y otra para el cuerpo. Entro a la ducha y el calor se apodera de mí. Regulo la temperatura y ésta vez sí. Me enjabono el pelo rápidamente y después lo enjuago, me lavo el cuerpo y seguidamente repito la acción del pelo, para dejarlo bien lavado. Salgo de la ducha y cojo la toalla, me la lío alrededor del cuerpo y después cojo la otra para ponerla en mi cabeza. Miro hacia arriba y me veo reflejada en el espejo. Tengo toda la cara multicolor. Morada, roja y verde. E hinchada también.

Dos horas después (…)

Venga, Gonzalo, quiero comprarme esa sudadera y esas supras, ¡lo necesito! –lloriqueo y él me mira cínico.
Sí, como si no tuvieses nada de él –mira hacia delante tirando aún de mí y yo me paro–. ¿Qué haces? ¡Vamos! –sigue tirando de mí pero yo niego con la cabeza–. Dani, vamos –sigo negando y él se rinde, me suelta y sigue su camino, yo corro hacia la tienda donde vi todo lo de Biebs.

Miro hacia atrás para buscar a Gonzalo y veo que se va, que desaparece entre la multitud. 'Ya vendrá luego' pienso.

A ver, la sudadera de 'swaggy <3 by: Justin Bieber' la necesito, las supras doradas también, los guantes dorados también, y esos collares, ¡oh Dios mío! –corro hacia ellos y los miro, mis ojos se llenan de lágrimas–. ¡Jiley! Amo estos collares, los cojo también –miro hacia otro lado y veo una sudadera, 'Still Kidrauhl' y dos fotos de Justin, una de pequeño y otra de hace poco. Comienzo a llorar y corro hacia ella. La cojo como puedo –ya que llevo ocho mil cosas– y voy hacia la caja–. Señorita, ¿cuánto es? –sonrío.
Pues... Mmmm... –empieza a sumar los precios y me mira sonriendo–. Trescientos euros todo.
Bien, aquí tiene –sonrío y le tiendo la tarjeta de mi padre, ella se lo cobra todo y me lo devuelve, saca dos bolsas y lo mete todo ahí–.
Ya está, muchas gracias por venir, que tenga buena tarde –sonreímos ambas y yo salgo de la tienda.

Saco el móvil de mi bolsillo, busco en la agenda 'Mejor amigo <3' y le doy al verde. Un 'pi', otro, otro, lo coge.

¿Sí? –comienza a reír y la voz de una chica se oye por detrás.
¿Dónde estás? ¿Y con quién? –frunzo el ceño, como si él me fuese a ver.
Joder, Dani, pareces mi madre. Estoy en Starbucks con Delia, estaba aquí con su prima. Y no veas como esta la prima –susurra esto último.
Bueno, pues ya he acabado de comprar las cosas de Bieber, así que voy para allá ¿vale?
Ajá, aquí te esperamos.

Cuelgo y guardo el móvil. Sonrío y camino hacia el Starbucks. La gente pasa y pasa a mi vera, algunos me dan golpes y ni siquiera se vuelven a disculparse. Voy medio corriendo por las ganas de ver a Delia. Ella se fue de vacaciones un mes y no la veo desde entonces. Entre la gente distingo a mi madre y mis hermanos pequeños, los tres ríen. El más pequeño lleva un helado en su mano, el cual está totalmente derretido. Voy hacia ellos e intento tapar con el pelo el gran moratón que tengo en la mejilla. Me miro en el móvil. Genial, no se ve. Corro y los alcanzo, están de espaldas, y para hacer la gracia, le doy un susto a mi madre.

¿Cuánto cobras, guapa? –susurro en su oído.
¿Perdón? –se gira enfadada y me ve, yo comienzo a reír al ver su cara–. ¡Dani! ¡Me has asustado! –se lleva la mano al corazón y ríe conmigo.
Lo siento, mami –río–. ¿Dónde vais?
Al cine –sonríe–. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? Ayer Gonzalo me dijo que te quedabas en su casa.
Mmmm... Ya. Y he estado en su casa durmiendo. Solo que hemos venido a comprarnos ropa para el concierto.
Dani... ¿No habrás usado por casualidad la tarjeta que te dio tu padre por si había alguna emergencia? –frunce el ceño y los dos pequeños ríen.
¿Qué tarjeta? –me hago la incrédula y miro hacia otro lado.
¡Daniella Di Gennaro por Dios! ¡Se supone que eso es por si había algún tipo de emergencia! ¡Y que yo sepa comprarte ropa para un concierto de Justin no es ninguna emergencia!
Lo siento mamá, prometo que después del concierto lo devolveré todo, te lo juro.
¿Sí? ¿Cómo? ¿Te vas a ir a trabajar con catorce años? ¡Dani por Dios! ¡No deberías haber hecho eso!
No me compraré ropa, no saldré... Y ya sabes que yo en esas dos cosas gasto como mínimo 500 euros al mes –eleva una ceja y tuerce los labios–. ¿Qué? ¡Es una necesidad! –agarra a los pequeños de las manos y está dispuesta a irse cuando gira de nuevo la cabeza.
Que sepas que tenía pensado castigarte sin concierto –mi boca se abre en forma de O y mis brazos se colocan en forma de jarra–. Pero como soy buena madre... Y sé lo que es no poder ir a ver a tus ídolos y sufrir por ellos... Te dejaré ir –sonríe melancólica y se gira.
¡Mamá, espera! –la agarro del brazo y vuelve a girarse hacia mí–. Gracias, muchas gracias –sonrío y la abrazo–. Eres la mejor del mundo –le doy un beso en la mejilla y me despido de los pequeños–. Adiós Alex, adiós Javi –ríen y yo les alboroto el pelo a ambos–. Nos vemos luego en casa, adiós.

Sonrío triunfadora y sigo con mi camino. Mi móvil vibra, lo miro. Un mensaje de WhatsApp de Gonzalo: '¿Te queda mucho? ¡¡Te tenemos una sorpresa, corre!! :)'. ¿Una sorpresa? Odio las sorpresas. Con odio quiero decir que las amo, pero solo cuando ya me la han dado. Antes no. ¿Nunca os ha pasado que os duele la tripa de los nervios por saber qué es? Esa, esa sensación es la que odio. En tu cabeza se barajan cosas que te gustaría que te regalasen o dijesen, y piensas '¿Y si la sorpresa es esa?'. Y luego, después de ilusionarte durante una semana entera... Plaf. Basta una llamada o una simple frase para que todo salte por los aires, y tú te quedes con las manos vacías. O ya no hay sorpresa, o no es lo que tú esperabas. ¿Y de qué ha servido todo ese tiempo comiéndote la cabeza? Te ilusionas sin motivo, puesto que no sabes lo que es. Y cuando ya te han dado la sorpresa y no era lo que tú esperabas, tienes que decir la frase, esa que nunca falla. 'Gracias, me ha encantado'. Mentira. Tú querías otra cosa. En mi cabeza no deja de retumbar la palabra 'sorpresa'. Y la pregunta '¿Qué será?'. Cuando me doy cuenta estoy en la puerta del Starbucks, y a través del cristal se ve la mesa en la que están mis amigos. Agarro bien las bolsas y corro ilusionada hacia la puerta, entro y les silbo. Gonzalo, que se percata al momento, se levanta y me señala al mismo tiempo que les dice algo a Delia y su prima. Delia se da la vuelta y sus ojos se cristalizan, los míos al igual que los de ella se inundan de agua y antes de que nos demos cuenta ya estamos corriendo la una hacia la otra. La abrazo con todas mis fuerzas, como si no hubiera mañana. Ambas lloramos en el oído de la otra. Nos separamos, la miro y le quito las pequeñas gotas que salen de sus ojos azules.

Este mes me ha servido para darme cuenta que te quiero mucho –dice, y una sonrisa aparece en mi rostro–. Y que no puedo vivir sin ti –sonríe y me abraza de nuevo.
Yo tampoco puedo vivir sin ti hermana –le beso la mejilla y ella sonríe.
Mira, ven –tira de mi mano y me arrastra hasta la mesa–. Esta es mi prima Helena. Quería conocerte y, bueno... Me la he traído –ríe.
Encantada, Helena –sonrío y le doy dos besos.
Igualmente, Daniella –ríe por lo bajo y sus mejillas cobran color.
Oh, llámame Dani. Daniella es demasiado formal –río–. ¿Y cuántos años tienes?
Trece, tú tienes catorce ¿no? –miro a Delia y sonrío.
Vaya, veo que tu prima te ha hablado mucho de mí ¿no, Delia? –reímos fuerte y Gonzalo nos mira perplejo–. Oh, bro, a ti no te he dicho nada –le doy un beso en la mejilla y le abrazo–.
¿Sois novios? –dice Helena, así, de repente. Gonzalo y yo nos miramos y reímos fuerte–. ¿Qué he dicho tan gracioso? –le susurra a Delia.
Nada, son cosas suyas –sonríe, Helena sólo asiente.
¡Y ahora la sorpresa! –Gonzalo se sienta y me deja un sitio a su lado. Delia y yo estamos en frente. Ella me mira y saca una sonrisa amplia.
Bueno... ¿A que no sabes qué? ¡Mi prima es Belieber! –Helena sonríe y Delia la mira–. ¿A que sí, Hele? –ella asiente y yo la miro sonriendo–. ¿Y a que no sabes otra cosa? –frunzo el ceño y Helena baja la cabeza sonriendo–. ¡Vamos contigo y con Gonzalo a Bilbao! –sonríe ampliamente, se levanta y me abraza. Yo sigo en estado de shock–. ¿Qué pasa? ¿No te hace ilusión? –sube su ceja derecha y se vuelve a sentar frente a mí.
¿Eh? Ah, sí, sí. Mucha. Pero ¿tus padres lo saben? ¿Y los suyos? ¿Y mi tía? Porque nos quedamos en casa de mi tía, lo sabías ¿no? –ella sonríe y niega con la cabeza, luego me interrumpe.
¡Claro que lo saben! ¡Ya tenemos las entradas! –abre su bolso y saca dos tickets, efectivamente para Bilbao.
Dios, no me lo puedo creer –mis ojos vuelven a inundarse de agua–. Pero, vosotros no sois Beliebers. Excepto Hele. ¿Por qué lo hacéis?
Queremos verte feliz –dice Gonzalo, el que parece muy convencido–, y si para eso hay que ir a un concierto de tu ídolo, iremos.
Así que ¿todo esto es por mí? ¿Queréis que cumpla mi sueño rodeado de mis mejores amigos? –sonrío.
Efectivamente, Dani –susurra Hele, la que parece feliz–, lo hacemos por ti. Y por mí. Ambas queremos cumplirlo y, Delia, como mi prima, quiere que lo cumpla con ella y sus amigos. Y Gonzalo, como tu casi hermano, quiere que lo cumplas con tus mejores amigos. Así que vamos todos juntos. ¿No es genial? –levanta la cabeza y ríe levemente.
Por supuesto. Realmente genial –sonrío y los miro a todos. Feliz. Ahora mismo soy jodidamente feliz. 

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