My Dreams Come True [Justin y tú]

"¿Por qué lloras? No tienes motivos... Puede que pienses que hay cosas imposibles, pero ¿sabes? Ahí fuera hay más mundo del que crees, tienes posibilidades de hacer lo que te venga en gana y nadie te dirá lo contrario. Sólo tienes que creer. Persigue tus sueños y nunca digas nunca". Una bonita historia de cómo una Belieber cumple su sueño...

martes, 18 de septiembre de 2012

·Capítulo dos; My Dreams Come True. [Justin y tú]


Salimos del Starbucks y nos dirigimos a la salida para ir a la estación de metro. Al salir nos encontramos a Edu. Ay, Edu. Me mira y sonríe, yo le sonrío también, pero cínica. Nos liamos hace un mes y se cree que estoy enamorada. Sólo fuimos a una fiesta y bebí más de lo normal. Desde entonces no deja de enviarme mensajes e intentar encontrarme 'por casualidad'. Delia me da un codazo, a lo que yo suelto un sonoro '¡Ay!' y él se da cuenta, ríe y me guiña un ojo. Imbécil. Se cree que va a volver a pasar. Helena ríe mientras habla con Gonzalo. Los dos parecen llevarse realmente bien. Y por lo que me ha dicho Gonzalo por teléfono, parece que para su gusto está buenísima. Y la verdad es que, para tener trece años, tiene un cuerpo de veinte. Hasta las tetas. Menos mal que no tiene más que yo, sino los tíos... A ver, no me gusta ser la típica tía pija y con dinero que se va con todo Cristo, pero prefiero liarme con todos los que quieren 'algo más' en vez de tener 'algo más' que eso. Puesto que mi amor platónico se llama Justin Drew Bieber. Edu no deja de mirarme, y en uno de los intentos de huir, Delia me coge del brazo y me susurra: 'Te está mirando el culo'. Vale, esto es demasiado. Me giro y corro hacia él. Gonzalo, que se percata, me persigue. Sabe cómo soy cuando me cabreo, y no conviene verme. Llego a donde está él con sus amigos los gilipollas y aparto a uno de ellos con fuerza.

¡Eh! ¿Qué haces? –me dice éste.
¿Es que no lo ves? ¡Quítate hostias! –le vuelvo a empujar y no dice nada más. Edu me mira divertido. El otro ríe–. ¿Y tú de que te ríes? ¿A que te doy? –le levanto la mano y se hace a un lado. Vaya, tengo más genio del que recordaba. Miro a Edu–. Tú, subnormal, que no quiero nada contigo.
¿Perdón? –ríe y se acerca a mi oído–. Te recuerdo que ayer por la noche en la fiesta de tu amiguito el gay no me dijiste lo mismo mientras lo hacíamos –susurra. Yo le empujo.
¿Qué dices loco? ¿Cómo voy a follar yo contigo? ¡Y gay tu madre! –Gonzalo me coge del brazo para sacarme de ahí, pero yo me suelto con fuerza y me dirijo a Edu. Le cojo de la camiseta y le miro a los ojos–. Mira, capullo, te digo tres cosas muy claras, ¿sí? Primero, para hablar de mis amigos te lavas la boca o te la reviento con dientes incluidos. Segundo, antes de follar contigo, me follo al conserje del instituto. Hasta ése me pone más que tú. Y tercero, como vuelvas a inventarte que lo he hecho contigo y encima lo cuentes por ahí, te juro que no vives para tu próximo cumpleaños. ¿Te ha quedado todo claro? –me mira asustado y asiente–. Así me gusta –me giro para irme pero recuerdo el comentario de Delia sobre lo de mi culo–. Ah... Y otra cosa, que se me olvidaba. Tanto mi culo como yo para ti, como si no existiéramos. Espero que no se te olvide todo.

Me giro y miro a mis tres amigos. Me miran asustados y empiezan a caminar hacia atrás. Yo río y me acerco a ellos. 'Me das miedo' dice Helena. Los cuatro reímos y salimos de ahí.

Vaya, tía, me has dejado boquiabierta. Cuando alguien me diga algo llamaré a la increíble mujer de Hulk –reímos y llegamos al metro, el cual está cerca del centro comercial.

Entramos y esperamos a que llegue. Pasan como unos quince minutos cuando ya está aquí. Nos montamos y, como de costumbre, llenísimo. Buscamos algo de asiento y, aleluya, hay dos. Me siento y le indico a Delia que se siente encima. Gonzalo mira a Helena y le concede el sitio. Yo propongo la idea de que se siente ella encima de él, así ninguno irá de pie. Él me mira con una expresión rara, y yo le sonrío. Gonzalo se sienta y Helena, ruborizada, encima. Comenzamos a hablar del concierto. Miro a mi bro, el cual ríe mucho con Hele. Me da por mirar para abajo. No, mierda, me arrepiento. La está agarrando por las caderas mientras hablan y encima se ha animado la cosa. Ya debe de estar buena.

Gonzalo, ¿puedo sentarme yo ahí? –el me mira con cara de haberse quedado traspuesto. Yo se lo pido por favor. Accede y le pide a Helena que se levante con la excusa de que me tiene que decir algo. Ella, sin querer, mira hacia abajo. Mierda. Levanto a Delia y corro a sentarme encima de Gonzalo. Y para joderle, me siento con fuerza, haciendo que su amigo baje de una manera brutal–. ¿Eres imbécil? –le susurro–. Tu amigo se ha puesto alegre y Hele lo ha visto. Tío, que es más pequeña que nosotros.
¿Qué? Mi amigo no está –mira hacia abajo y ve a su colega bien despierto–... Mierda, mierda, mierda.
Delia, tu amigo se ha empinado conmigo –le susurra ésta a su prima. Delia mira a Gonzalo y después hacia abajo.
¡Gonzalo! –grita, captando la atención de algunos pasajeros–. ¿Estás loco? ¡Que es mi prima!
Tío, no les hagas caso. Está muy buena, a mí también me habría pasado –dice el chico que va al lado de Gonzalo y yo. El chico sonríe y Gonzalo nos mira.
¿Véis? Puede pasar.
¿¡Pero con mi prima!? –dice Delia alterada.
Está bien, lo siento.

Río y me acomodo hacia atrás. Gonzalo me abraza y Delia y Hele susurran entre ellas. Hablo con Gonzalo mientras tanto sobre varios temas. Reímos y reímos, hasta que el metro llega a nuestra parada. Nos bajamos y caminamos hacia la estación de autobuses, para volver a nuestro pueblo. Miro el reloj y son las cinco. Propondría quedarnos un rato más a tomar algo en algún bar, pero estoy muerta. El próximo autobús sale a las cinco, así que hemos llegado a tiempo. Éste está a punto de salir, así que corremos hacia él y nos montamos. Pagamos y nos sentamos. Esta vez hemos cogido un sitio de cuatro, yo voy frente a Helena y Gonzalo frente a Delia. Ella aun sigue cabreada, así que le mira con desprecio. Helena y yo reímos al verla así.

Oye, De –dice la pequeña–... Que no ha sido para tanto, todo el mundo tiene ese pequeño problema ¿no?
Oh, claro. Pero te recuerdo que él es mi amigo y tú mi prima. Y eres un año menor.
¿Y? ¡Ya estoy harta de que me trates como una niña pequeña! ¿Sabes? Sólo tengo un año menos que tú. Así que no te hagas la madurita conmigo, que sé más que tú y tu madre juntas, guapa –se cruza de brazos cabreada.
Está bien, lo siento Hele... Pero me da miedo que acabes igual de espabilada que yo. Y no quiero que seas igual que nosotros. Por eso te protejo, porque te quiero y no quiero que te hagan daño, ni que aprendas tanto tan pronto.
A ver, nunca te lo he dicho. Pero De, no soy gilipollas. Me he liado con más tíos que tú, y seguramente he empezado antes que tú. Sé que no soy mayor de edad ni nada por el estilo, pero ya soy mayor para saber lo que hacer. Es mi madre la que cree que soy una santa. Así que deja de protegerme y trátame como a un amigo tuyo más. Soy igual que vosotros, pero un año más pequeña.
Pero... Serás virgen, ¿¡no!? –añade Delia asustada.
Joder De, que soy mayor pero no tanto.
Ah, eso... –Gon y yo nos miramos. Reímos escandalosamente y miramos a Helena.
Chica, eres increíble –digo riendo, ella se sonroja.
Quedan siete meses para Believe Tour –dice ella–, siete meses para nuestro sueño. ¿Te das cuenta, Dani? –me limito a sonreír y lágrimas caen de mis ojos.

Parece mentira, ¿verdad? Como una persona puede hacer que tu vida cambie con tan sólo una sonrisa, o un 'I love my Beliebers'. Esa frase que pronuncia después de un premio, o de una canción. O la sonrisa que te sale cuando escuchas su voz y piensas 'Dios, le voy a ver. Voy a estar ahí. Yo seré una de esas miles que grite por él'. Y luego, basta pensar que otras miles se quedaran en sus casas, llorando, pensando que nunca cumplirán su sueño, para echarte a llorar de rabia. Me encantaría darles todo mi apoyo desde aquí, y sacarles una amplia sonrisa a todas mientras les cuento lo importantes que son cada una de ellas para ése canadiense que nos robó el corazón. Darme cuenta de todo el amor que sienten tanto ellas por él como él por ellas, las lágrimas que han caído por sus rostros por alguien que ni conocen. Las sonrisas y risas que él les ha causado, las sensaciones, los nervios porque él salía en la televisión. Repetirles cada segundo que ese mismo chico que tiene millones de fans y no para quieto, nos enseñó cosas a las que gracias a ellas sigo aquí. 'Never Say Never', esas tres palabras nos han enseñado a no rendirnos cada vez que pensábamos en que nunca le conoceríamos. Él las dijo, y por eso ahora está donde está. 'Be Alright', sólo dos palabras, pero aunque no lo parezca, esas dos simples palabras, han salvado vidas. Nos apoya desde la distancia y hace que nos sintamos especiales pensando que él nos canta al oído que 'Everything it's gonna be alright'... 'Believe', creer. Creer en los sueños, en la magia, en el amor que nos tenemos, en él, en sus palabras, en sus canciones. Esas frases y esa palabra no las inventó él, pero para más de 27 millones de personas, él fue la persona que le dio sentido. Me da por pensar en todo, mirando a través del cristal, cuando alguien me toca el brazo.

Eh, vamos. Hemos llegado –dice Gonzalo.

Me levanto a duras penas y salimos los cuatro del autobús, caminamos hacia mi casa, la cual le coge muy cerca la parada. Llegamos y abro el bolso, cojo la llave y abro. Subimos y digo un sonoro 'Hola', al que nadie responde. Supongo que no hay nadie en casa. Miro a Helena, la cual tiene la boca abierta –a pesar de que mi casa no es tan grande como parece por fuera– y río. Delia y Gonzalo, ya acostumbrados a venir, van al sofá y se acomodan. Ella, algo más vergonzosa, se queda quieta, de pie. Le señalo el sofá y ella sonríe. Va caminando hacia éste cuando Delia le habla.

Eh ____, enséñale tu cuarto. Parece que el propio Justin esté ahí metido de verdad –ríe.
¡Y que lo digas De! –ríe Gonzalo con ella.
¿Vienes? –señalo el camino para ir hacia mi cuarto y Helena me sigue, llegamos y abro la puerta–. He aquí la prueba de mi Bieber Fever.
¡Dios! –exclama Helena–. Esto es increíble ____, tu habitación es el sueño de toda Belieber. Pósters, collares, ropa, una guitarra morada, los fotomontajes con él de tu espejo, la colcha de tu cama, las supras... Es un sueño hecho realidad. Me encantaría vivir aquí.
Ésta ya es tu casa Helena –sonrío–, ya sabes que si alguna vez quieres quedarte aquí eres bienvenida. Tanto tú como tu prima y Gonzalo sois de la familia.
¡Muchísimas gracias ____! –se lanza a mis brazos sonriendo y me da algunos besos en la mejilla derecha, yo río.
No las des cielo. Ah, por cierto... Tengo ropa de Bieber que me queda algo pequeña, si la quieres es toda tuya.
No... Espera... ¿¡Qué!? ¿¡En serio me estás preguntando si quiero ropa de Justin!? ¿Lo dices en serio?
Me queda pequeña, la tengo en unas cajas, pensaba dársela a cualquier amiga. Pero ninguna de ellas son Beliebers, así que ¿qué mejor que dárselas a una nueva amiga Belieber? –su cara se ilumina y vuelve a abrazarme.
Gracias –sonríe.

Salimos de mi habitación y, ella, al ver otras tres más, me pregunta cuántos hermanos tengo.

Tres, cariño. Tengo tres hermanos. Dos pequeños, que son mellizos y el mayor. El imbécil, tiene 17. Pero es guapísimo el cabrón, liga que no veas.
Sí, tiene que ser muy guapo... –mira hacia otro lado y yo río.
¿Quieres ver su habitación? –propongo, ella se encoge de hombros como si le diera igual.
Vale.

Caminamos hacia la habitación de éste y en cuanto abro la puerta, ahí está mi hermano, en calzoncillos, con los cascos puestos y la música a toda voz. Se quita uno de los cascos y sin esperarlo, se gira.

¡Dani! ¿Eres tonta? ¡Fuera de aquí!
Tranquilo capullo, sólo le quería enseñar tu habitación a mi amiga –ella se sonroja y mi hermano la mira.
¿Amiga nueva? –se dirige a la cama y coge un pantalón pirata vaquero, se los pone y vuelve a acercarse. Le sonríe a Helena. Ésta se la devuelve.
¡Eh, eh, eh! Parad de hacer eso. Ahora. Ya.
¿Por qué? –se gira Helena y me sonríe–. Sólo son sonrisas, ¿no? –se voltea y mira a mi hermano.
¿En serio? ¿Sólo sonrisas? Para mí es algo más –ríe y vuelve a irse hacia donde estaba, se pone los cascos de nuevo y sigue bailando.
Vámonos de aquí, es imbécil –Helena me sigue y cierro la puerta.
¡Ah, ____, y no vuelvas a entrar aquí sin llamar! ¡En cambio tu amiga que entre cuando quiera! –se le escucha reír y Helena ríe también. La miro.
¿Qué? Es muy mono –sonríe–, no me importaría salir con él. Está súper bueno, y tiene esa pinta de chico malo que me encanta.
Helena... No. Te lo prohibo.
¡Dani! –se escucha la voz de mi hermano al otro lado de la puerta, ambas miramos hacia ésta y me dirijo hacia la habitación.
¿Qué, pesado?
Puedes... Mmmm... Darme... ¿El número de tu amiga? –se rasca la nuca y río.

1 comentario:

  1. Hola Celia. He visto un comentario realizado en otro blog tuyo acerca de lo que estás pasando. Me gustaría poder ayudar. Hablamos por mail?

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