Salimos
del Starbucks y nos dirigimos a la salida para ir a la estación de
metro. Al salir nos encontramos a Edu. Ay, Edu. Me mira y sonríe, yo
le sonrío también, pero cínica. Nos liamos hace un mes y se cree
que estoy enamorada. Sólo fuimos a una fiesta y bebí más de lo
normal. Desde entonces no deja de enviarme mensajes e intentar
encontrarme 'por casualidad'. Delia me da un codazo, a lo que yo
suelto un sonoro '¡Ay!' y él se da cuenta, ríe y me guiña un ojo.
Imbécil. Se cree que va a volver a pasar. Helena ríe mientras habla
con Gonzalo. Los dos parecen llevarse realmente bien. Y por lo que me
ha dicho Gonzalo por teléfono, parece que para su gusto está
buenísima. Y la verdad es que, para tener trece años, tiene un
cuerpo de veinte. Hasta las tetas. Menos mal que no tiene más que
yo, sino los tíos... A ver, no me gusta ser la típica tía pija y
con dinero que se va con todo Cristo, pero prefiero liarme con todos
los que quieren 'algo más' en vez de tener 'algo más' que eso.
Puesto que mi amor platónico se llama Justin Drew Bieber. Edu no
deja de mirarme, y en uno de los intentos de huir, Delia me coge del
brazo y me susurra: 'Te está mirando el culo'. Vale, esto es
demasiado. Me giro y corro hacia él. Gonzalo, que se percata, me
persigue. Sabe cómo soy cuando me cabreo, y no conviene verme. Llego
a donde está él con sus amigos los gilipollas y aparto a uno de
ellos con fuerza.
–¡Eh! ¿Qué
haces? –me dice éste.
–¿Es que no
lo ves? ¡Quítate hostias! –le vuelvo a empujar y no dice nada
más. Edu me mira divertido. El otro ríe–. ¿Y tú de que te ríes?
¿A que te doy? –le levanto la mano y se hace a un lado. Vaya,
tengo más genio del que recordaba. Miro a Edu–. Tú, subnormal,
que no quiero nada contigo.
–¿Perdón?
–ríe y se acerca a mi oído–. Te recuerdo que ayer por la noche
en la fiesta de tu amiguito el gay no me dijiste lo mismo mientras lo
hacíamos –susurra. Yo le empujo.
–¿Qué dices
loco? ¿Cómo voy a follar yo contigo? ¡Y gay tu madre! –Gonzalo
me coge del brazo para sacarme de ahí, pero yo me suelto con fuerza
y me dirijo a Edu. Le cojo de la camiseta y le miro a los ojos–.
Mira, capullo, te digo tres cosas muy claras, ¿sí? Primero, para
hablar de mis amigos te lavas la boca o te la reviento con dientes
incluidos. Segundo, antes de follar contigo, me follo al conserje del
instituto. Hasta ése me pone más que tú. Y tercero, como vuelvas a
inventarte que lo he hecho contigo y encima lo cuentes por ahí, te
juro que no vives para tu próximo cumpleaños. ¿Te ha quedado todo
claro? –me mira asustado y asiente–. Así me gusta –me giro
para irme pero recuerdo el comentario de Delia sobre lo de mi culo–.
Ah... Y otra cosa, que se me olvidaba. Tanto mi culo como yo para ti,
como si no existiéramos. Espero que no se te olvide todo.
Me giro y miro a
mis tres amigos. Me miran asustados y empiezan a caminar hacia atrás.
Yo río y me acerco a ellos. 'Me das miedo' dice Helena. Los cuatro
reímos y salimos de ahí.
–Vaya, tía,
me has dejado boquiabierta. Cuando alguien me diga algo llamaré a la
increíble mujer de Hulk –reímos y llegamos al metro, el cual está
cerca del centro comercial.
Entramos y
esperamos a que llegue. Pasan como unos quince minutos cuando ya está
aquí. Nos montamos y, como de costumbre, llenísimo. Buscamos algo
de asiento y, aleluya, hay dos. Me siento y le indico a Delia que se
siente encima. Gonzalo mira a Helena y le concede el sitio. Yo
propongo la idea de que se siente ella encima de él, así ninguno
irá de pie. Él me mira con una expresión rara, y yo le sonrío.
Gonzalo se sienta y Helena, ruborizada, encima. Comenzamos a hablar
del concierto. Miro a mi bro, el cual ríe mucho con Hele. Me da por
mirar para abajo. No, mierda, me arrepiento. La está agarrando por
las caderas mientras hablan y encima se ha animado la cosa. Ya debe
de estar buena.
–Gonzalo,
¿puedo sentarme yo ahí? –el me mira con cara de haberse quedado
traspuesto. Yo se lo pido por favor. Accede y le pide a Helena que se
levante con la excusa de que me tiene que decir algo. Ella, sin
querer, mira hacia abajo. Mierda. Levanto a Delia y corro a sentarme
encima de Gonzalo. Y para joderle, me siento con fuerza, haciendo que
su amigo baje de una manera brutal–. ¿Eres imbécil? –le
susurro–. Tu amigo se ha puesto alegre y Hele lo ha visto. Tío,
que es más pequeña que nosotros.
–¿Qué? Mi
amigo no está –mira hacia abajo y ve a su colega bien
despierto–... Mierda, mierda, mierda.
–Delia, tu
amigo se ha empinado conmigo –le susurra ésta a su prima. Delia
mira a Gonzalo y después hacia abajo.
–¡Gonzalo!
–grita, captando la atención de algunos pasajeros–. ¿Estás
loco? ¡Que es mi prima!
–Tío, no les
hagas caso. Está muy buena, a mí también me habría pasado –dice
el chico que va al lado de Gonzalo y yo. El chico sonríe y Gonzalo
nos mira.
–¿Véis?
Puede pasar.
–¿¡Pero con
mi prima!? –dice Delia alterada.
–Está bien,
lo siento.
Río y me
acomodo hacia atrás. Gonzalo me abraza y Delia y Hele susurran entre
ellas. Hablo con Gonzalo mientras tanto sobre varios temas. Reímos y
reímos, hasta que el metro llega a nuestra parada. Nos bajamos y
caminamos hacia la estación de autobuses, para volver a nuestro
pueblo. Miro el reloj y son las cinco. Propondría quedarnos un rato
más a tomar algo en algún bar, pero estoy muerta. El próximo
autobús sale a las cinco, así que hemos llegado a tiempo. Éste
está a punto de salir, así que corremos hacia él y nos montamos.
Pagamos y nos sentamos. Esta vez hemos cogido un sitio de cuatro, yo
voy frente a Helena y Gonzalo frente a Delia. Ella aun sigue
cabreada, así que le mira con desprecio. Helena y yo reímos al
verla así.
–Oye, De –dice
la pequeña–... Que no ha sido para tanto, todo el mundo tiene ese
pequeño problema ¿no?
–Oh, claro.
Pero te recuerdo que él es mi amigo y tú mi prima. Y eres un año
menor.
–¿Y? ¡Ya
estoy harta de que me trates como una niña pequeña! ¿Sabes? Sólo
tengo un año menos que tú. Así que no te hagas la madurita
conmigo, que sé más que tú y tu madre juntas, guapa –se cruza de
brazos cabreada.
–Está bien,
lo siento Hele... Pero me da miedo que acabes igual de espabilada que
yo. Y no quiero que seas igual que nosotros. Por eso te protejo,
porque te quiero y no quiero que te hagan daño, ni que aprendas
tanto tan pronto.
–A ver, nunca
te lo he dicho. Pero De, no soy gilipollas. Me he liado con más tíos
que tú, y seguramente he empezado antes que tú. Sé que no soy
mayor de edad ni nada por el estilo, pero ya soy mayor para saber lo
que hacer. Es mi madre la que cree que soy una santa. Así que deja
de protegerme y trátame como a un amigo tuyo más. Soy igual que
vosotros, pero un año más pequeña.
–Pero... Serás
virgen, ¿¡no!? –añade Delia asustada.
–Joder De, que
soy mayor pero no tanto.
–Ah, eso...
–Gon y yo nos miramos. Reímos escandalosamente y miramos a Helena.
–Chica, eres
increíble –digo riendo, ella se sonroja.
–Quedan siete
meses para Believe Tour –dice ella–, siete meses para nuestro
sueño. ¿Te das cuenta, Dani? –me limito a sonreír y lágrimas
caen de mis ojos.
Parece mentira,
¿verdad? Como una persona puede hacer que tu vida cambie con tan
sólo una sonrisa, o un 'I love my Beliebers'. Esa frase que
pronuncia después de un premio, o de una canción. O la sonrisa que
te sale cuando escuchas su voz y piensas 'Dios, le voy a ver. Voy a
estar ahí. Yo seré una de esas miles que grite por él'. Y luego,
basta pensar que otras miles se quedaran en sus casas, llorando,
pensando que nunca cumplirán su sueño, para echarte a llorar de
rabia. Me encantaría darles todo mi apoyo desde aquí, y sacarles
una amplia sonrisa a todas mientras les cuento lo importantes que son
cada una de ellas para ése canadiense que nos robó el corazón.
Darme cuenta de todo el amor que sienten tanto ellas por él como él
por ellas, las lágrimas que han caído por sus rostros por alguien
que ni conocen. Las sonrisas y risas que él les ha causado, las
sensaciones, los nervios porque él salía en la televisión.
Repetirles cada segundo que ese mismo chico que tiene millones de
fans y no para quieto, nos enseñó cosas a las que gracias a ellas
sigo aquí. 'Never Say Never', esas tres palabras nos han enseñado a
no rendirnos cada vez que pensábamos en que nunca le conoceríamos.
Él las dijo, y por eso ahora está donde está. 'Be Alright', sólo
dos palabras, pero aunque no lo parezca, esas dos simples palabras,
han salvado vidas. Nos apoya desde la distancia y hace que nos
sintamos especiales pensando que él nos canta al oído que
'Everything it's gonna be alright'... 'Believe', creer. Creer en los
sueños, en la magia, en el amor que nos tenemos, en él, en sus
palabras, en sus canciones. Esas frases y esa palabra no las inventó
él, pero para más de 27 millones de personas, él fue la persona
que le dio sentido. Me da por pensar en todo, mirando a través del
cristal, cuando alguien me toca el brazo.
–Eh, vamos.
Hemos llegado –dice Gonzalo.
Me levanto a
duras penas y salimos los cuatro del autobús, caminamos hacia mi
casa, la cual le coge muy cerca la parada. Llegamos y abro el bolso,
cojo la llave y abro. Subimos y digo un sonoro 'Hola', al que nadie
responde. Supongo que no hay nadie en casa. Miro a Helena, la cual
tiene la boca abierta –a pesar de que mi casa no es tan grande
como parece por fuera– y río. Delia y Gonzalo, ya acostumbrados a
venir, van al sofá y se acomodan. Ella, algo más vergonzosa, se
queda quieta, de pie. Le señalo el sofá y ella sonríe. Va
caminando hacia éste cuando Delia le habla.
–Eh ____,
enséñale tu cuarto. Parece que el propio Justin esté ahí metido
de verdad –ríe.
–¡Y que lo
digas De! –ríe Gonzalo con ella.
–¿Vienes?
–señalo el camino para ir hacia mi cuarto y Helena me sigue,
llegamos y abro la puerta–. He aquí la prueba de mi Bieber Fever.
–¡Dios!
–exclama Helena–. Esto es increíble ____, tu habitación es el
sueño de toda Belieber. Pósters, collares, ropa, una guitarra
morada, los fotomontajes con él de tu espejo, la colcha de tu cama,
las supras... Es un sueño hecho realidad. Me encantaría vivir aquí.
–Ésta ya es
tu casa Helena –sonrío–, ya sabes que si alguna vez quieres
quedarte aquí eres bienvenida. Tanto tú como tu prima y Gonzalo
sois de la familia.
–¡Muchísimas
gracias ____! –se lanza a mis brazos sonriendo y me da algunos
besos en la mejilla derecha, yo río.
–No las des
cielo. Ah, por cierto... Tengo ropa de Bieber que me queda algo
pequeña, si la quieres es toda tuya.
–No...
Espera... ¿¡Qué!? ¿¡En serio me estás preguntando si quiero
ropa de Justin!? ¿Lo dices en serio?
–Me queda
pequeña, la tengo en unas cajas, pensaba dársela a cualquier amiga.
Pero ninguna de ellas son Beliebers, así que ¿qué mejor que
dárselas a una nueva amiga Belieber? –su cara se ilumina y vuelve
a abrazarme.
–Gracias
–sonríe.
Salimos de mi
habitación y, ella, al ver otras tres más, me pregunta cuántos
hermanos tengo.
–Tres, cariño.
Tengo tres hermanos. Dos pequeños, que son mellizos y el mayor. El
imbécil, tiene 17. Pero es guapísimo el cabrón, liga que no veas.
–Sí, tiene
que ser muy guapo... –mira hacia otro lado y yo río.
–¿Quieres ver
su habitación? –propongo, ella se encoge de hombros como si le
diera igual.
–Vale.
Caminamos hacia
la habitación de éste y en cuanto abro la puerta, ahí está mi
hermano, en calzoncillos, con los cascos puestos y la música a toda
voz. Se quita uno de los cascos y sin esperarlo, se gira.
–¡Dani! ¿Eres
tonta? ¡Fuera de aquí!
–Tranquilo
capullo, sólo le quería enseñar tu habitación a mi amiga –ella
se sonroja y mi hermano la mira.
–¿Amiga
nueva? –se dirige a la cama y coge un pantalón pirata vaquero, se
los pone y vuelve a acercarse. Le sonríe a Helena. Ésta se la
devuelve.
–¡Eh, eh, eh!
Parad de hacer eso. Ahora. Ya.
–¿Por qué?
–se gira Helena y me sonríe–. Sólo son sonrisas, ¿no? –se
voltea y mira a mi hermano.
–¿En serio?
¿Sólo sonrisas? Para mí es algo más –ríe y vuelve a irse hacia
donde estaba, se pone los cascos de nuevo y sigue bailando.
–Vámonos de
aquí, es imbécil –Helena me sigue y cierro la puerta.
–¡Ah, ____, y
no vuelvas a entrar aquí sin llamar! ¡En cambio tu amiga que entre
cuando quiera! –se le escucha reír y Helena ríe también. La
miro.
–¿Qué? Es
muy mono –sonríe–, no me importaría salir con él. Está súper
bueno, y tiene esa pinta de chico malo que me encanta.
–Helena... No.
Te lo prohibo.
–¡Dani! –se
escucha la voz de mi hermano al otro lado de la puerta, ambas miramos
hacia ésta y me dirijo hacia la habitación.
–¿Qué,
pesado?
–Puedes...
Mmmm... Darme... ¿El número de tu amiga? –se rasca la nuca y río.