My Dreams Come True [Justin y tú]

"¿Por qué lloras? No tienes motivos... Puede que pienses que hay cosas imposibles, pero ¿sabes? Ahí fuera hay más mundo del que crees, tienes posibilidades de hacer lo que te venga en gana y nadie te dirá lo contrario. Sólo tienes que creer. Persigue tus sueños y nunca digas nunca". Una bonita historia de cómo una Belieber cumple su sueño...

martes, 18 de septiembre de 2012

·Capítulo dos; My Dreams Come True. [Justin y tú]


Salimos del Starbucks y nos dirigimos a la salida para ir a la estación de metro. Al salir nos encontramos a Edu. Ay, Edu. Me mira y sonríe, yo le sonrío también, pero cínica. Nos liamos hace un mes y se cree que estoy enamorada. Sólo fuimos a una fiesta y bebí más de lo normal. Desde entonces no deja de enviarme mensajes e intentar encontrarme 'por casualidad'. Delia me da un codazo, a lo que yo suelto un sonoro '¡Ay!' y él se da cuenta, ríe y me guiña un ojo. Imbécil. Se cree que va a volver a pasar. Helena ríe mientras habla con Gonzalo. Los dos parecen llevarse realmente bien. Y por lo que me ha dicho Gonzalo por teléfono, parece que para su gusto está buenísima. Y la verdad es que, para tener trece años, tiene un cuerpo de veinte. Hasta las tetas. Menos mal que no tiene más que yo, sino los tíos... A ver, no me gusta ser la típica tía pija y con dinero que se va con todo Cristo, pero prefiero liarme con todos los que quieren 'algo más' en vez de tener 'algo más' que eso. Puesto que mi amor platónico se llama Justin Drew Bieber. Edu no deja de mirarme, y en uno de los intentos de huir, Delia me coge del brazo y me susurra: 'Te está mirando el culo'. Vale, esto es demasiado. Me giro y corro hacia él. Gonzalo, que se percata, me persigue. Sabe cómo soy cuando me cabreo, y no conviene verme. Llego a donde está él con sus amigos los gilipollas y aparto a uno de ellos con fuerza.

¡Eh! ¿Qué haces? –me dice éste.
¿Es que no lo ves? ¡Quítate hostias! –le vuelvo a empujar y no dice nada más. Edu me mira divertido. El otro ríe–. ¿Y tú de que te ríes? ¿A que te doy? –le levanto la mano y se hace a un lado. Vaya, tengo más genio del que recordaba. Miro a Edu–. Tú, subnormal, que no quiero nada contigo.
¿Perdón? –ríe y se acerca a mi oído–. Te recuerdo que ayer por la noche en la fiesta de tu amiguito el gay no me dijiste lo mismo mientras lo hacíamos –susurra. Yo le empujo.
¿Qué dices loco? ¿Cómo voy a follar yo contigo? ¡Y gay tu madre! –Gonzalo me coge del brazo para sacarme de ahí, pero yo me suelto con fuerza y me dirijo a Edu. Le cojo de la camiseta y le miro a los ojos–. Mira, capullo, te digo tres cosas muy claras, ¿sí? Primero, para hablar de mis amigos te lavas la boca o te la reviento con dientes incluidos. Segundo, antes de follar contigo, me follo al conserje del instituto. Hasta ése me pone más que tú. Y tercero, como vuelvas a inventarte que lo he hecho contigo y encima lo cuentes por ahí, te juro que no vives para tu próximo cumpleaños. ¿Te ha quedado todo claro? –me mira asustado y asiente–. Así me gusta –me giro para irme pero recuerdo el comentario de Delia sobre lo de mi culo–. Ah... Y otra cosa, que se me olvidaba. Tanto mi culo como yo para ti, como si no existiéramos. Espero que no se te olvide todo.

Me giro y miro a mis tres amigos. Me miran asustados y empiezan a caminar hacia atrás. Yo río y me acerco a ellos. 'Me das miedo' dice Helena. Los cuatro reímos y salimos de ahí.

Vaya, tía, me has dejado boquiabierta. Cuando alguien me diga algo llamaré a la increíble mujer de Hulk –reímos y llegamos al metro, el cual está cerca del centro comercial.

Entramos y esperamos a que llegue. Pasan como unos quince minutos cuando ya está aquí. Nos montamos y, como de costumbre, llenísimo. Buscamos algo de asiento y, aleluya, hay dos. Me siento y le indico a Delia que se siente encima. Gonzalo mira a Helena y le concede el sitio. Yo propongo la idea de que se siente ella encima de él, así ninguno irá de pie. Él me mira con una expresión rara, y yo le sonrío. Gonzalo se sienta y Helena, ruborizada, encima. Comenzamos a hablar del concierto. Miro a mi bro, el cual ríe mucho con Hele. Me da por mirar para abajo. No, mierda, me arrepiento. La está agarrando por las caderas mientras hablan y encima se ha animado la cosa. Ya debe de estar buena.

Gonzalo, ¿puedo sentarme yo ahí? –el me mira con cara de haberse quedado traspuesto. Yo se lo pido por favor. Accede y le pide a Helena que se levante con la excusa de que me tiene que decir algo. Ella, sin querer, mira hacia abajo. Mierda. Levanto a Delia y corro a sentarme encima de Gonzalo. Y para joderle, me siento con fuerza, haciendo que su amigo baje de una manera brutal–. ¿Eres imbécil? –le susurro–. Tu amigo se ha puesto alegre y Hele lo ha visto. Tío, que es más pequeña que nosotros.
¿Qué? Mi amigo no está –mira hacia abajo y ve a su colega bien despierto–... Mierda, mierda, mierda.
Delia, tu amigo se ha empinado conmigo –le susurra ésta a su prima. Delia mira a Gonzalo y después hacia abajo.
¡Gonzalo! –grita, captando la atención de algunos pasajeros–. ¿Estás loco? ¡Que es mi prima!
Tío, no les hagas caso. Está muy buena, a mí también me habría pasado –dice el chico que va al lado de Gonzalo y yo. El chico sonríe y Gonzalo nos mira.
¿Véis? Puede pasar.
¿¡Pero con mi prima!? –dice Delia alterada.
Está bien, lo siento.

Río y me acomodo hacia atrás. Gonzalo me abraza y Delia y Hele susurran entre ellas. Hablo con Gonzalo mientras tanto sobre varios temas. Reímos y reímos, hasta que el metro llega a nuestra parada. Nos bajamos y caminamos hacia la estación de autobuses, para volver a nuestro pueblo. Miro el reloj y son las cinco. Propondría quedarnos un rato más a tomar algo en algún bar, pero estoy muerta. El próximo autobús sale a las cinco, así que hemos llegado a tiempo. Éste está a punto de salir, así que corremos hacia él y nos montamos. Pagamos y nos sentamos. Esta vez hemos cogido un sitio de cuatro, yo voy frente a Helena y Gonzalo frente a Delia. Ella aun sigue cabreada, así que le mira con desprecio. Helena y yo reímos al verla así.

Oye, De –dice la pequeña–... Que no ha sido para tanto, todo el mundo tiene ese pequeño problema ¿no?
Oh, claro. Pero te recuerdo que él es mi amigo y tú mi prima. Y eres un año menor.
¿Y? ¡Ya estoy harta de que me trates como una niña pequeña! ¿Sabes? Sólo tengo un año menos que tú. Así que no te hagas la madurita conmigo, que sé más que tú y tu madre juntas, guapa –se cruza de brazos cabreada.
Está bien, lo siento Hele... Pero me da miedo que acabes igual de espabilada que yo. Y no quiero que seas igual que nosotros. Por eso te protejo, porque te quiero y no quiero que te hagan daño, ni que aprendas tanto tan pronto.
A ver, nunca te lo he dicho. Pero De, no soy gilipollas. Me he liado con más tíos que tú, y seguramente he empezado antes que tú. Sé que no soy mayor de edad ni nada por el estilo, pero ya soy mayor para saber lo que hacer. Es mi madre la que cree que soy una santa. Así que deja de protegerme y trátame como a un amigo tuyo más. Soy igual que vosotros, pero un año más pequeña.
Pero... Serás virgen, ¿¡no!? –añade Delia asustada.
Joder De, que soy mayor pero no tanto.
Ah, eso... –Gon y yo nos miramos. Reímos escandalosamente y miramos a Helena.
Chica, eres increíble –digo riendo, ella se sonroja.
Quedan siete meses para Believe Tour –dice ella–, siete meses para nuestro sueño. ¿Te das cuenta, Dani? –me limito a sonreír y lágrimas caen de mis ojos.

Parece mentira, ¿verdad? Como una persona puede hacer que tu vida cambie con tan sólo una sonrisa, o un 'I love my Beliebers'. Esa frase que pronuncia después de un premio, o de una canción. O la sonrisa que te sale cuando escuchas su voz y piensas 'Dios, le voy a ver. Voy a estar ahí. Yo seré una de esas miles que grite por él'. Y luego, basta pensar que otras miles se quedaran en sus casas, llorando, pensando que nunca cumplirán su sueño, para echarte a llorar de rabia. Me encantaría darles todo mi apoyo desde aquí, y sacarles una amplia sonrisa a todas mientras les cuento lo importantes que son cada una de ellas para ése canadiense que nos robó el corazón. Darme cuenta de todo el amor que sienten tanto ellas por él como él por ellas, las lágrimas que han caído por sus rostros por alguien que ni conocen. Las sonrisas y risas que él les ha causado, las sensaciones, los nervios porque él salía en la televisión. Repetirles cada segundo que ese mismo chico que tiene millones de fans y no para quieto, nos enseñó cosas a las que gracias a ellas sigo aquí. 'Never Say Never', esas tres palabras nos han enseñado a no rendirnos cada vez que pensábamos en que nunca le conoceríamos. Él las dijo, y por eso ahora está donde está. 'Be Alright', sólo dos palabras, pero aunque no lo parezca, esas dos simples palabras, han salvado vidas. Nos apoya desde la distancia y hace que nos sintamos especiales pensando que él nos canta al oído que 'Everything it's gonna be alright'... 'Believe', creer. Creer en los sueños, en la magia, en el amor que nos tenemos, en él, en sus palabras, en sus canciones. Esas frases y esa palabra no las inventó él, pero para más de 27 millones de personas, él fue la persona que le dio sentido. Me da por pensar en todo, mirando a través del cristal, cuando alguien me toca el brazo.

Eh, vamos. Hemos llegado –dice Gonzalo.

Me levanto a duras penas y salimos los cuatro del autobús, caminamos hacia mi casa, la cual le coge muy cerca la parada. Llegamos y abro el bolso, cojo la llave y abro. Subimos y digo un sonoro 'Hola', al que nadie responde. Supongo que no hay nadie en casa. Miro a Helena, la cual tiene la boca abierta –a pesar de que mi casa no es tan grande como parece por fuera– y río. Delia y Gonzalo, ya acostumbrados a venir, van al sofá y se acomodan. Ella, algo más vergonzosa, se queda quieta, de pie. Le señalo el sofá y ella sonríe. Va caminando hacia éste cuando Delia le habla.

Eh ____, enséñale tu cuarto. Parece que el propio Justin esté ahí metido de verdad –ríe.
¡Y que lo digas De! –ríe Gonzalo con ella.
¿Vienes? –señalo el camino para ir hacia mi cuarto y Helena me sigue, llegamos y abro la puerta–. He aquí la prueba de mi Bieber Fever.
¡Dios! –exclama Helena–. Esto es increíble ____, tu habitación es el sueño de toda Belieber. Pósters, collares, ropa, una guitarra morada, los fotomontajes con él de tu espejo, la colcha de tu cama, las supras... Es un sueño hecho realidad. Me encantaría vivir aquí.
Ésta ya es tu casa Helena –sonrío–, ya sabes que si alguna vez quieres quedarte aquí eres bienvenida. Tanto tú como tu prima y Gonzalo sois de la familia.
¡Muchísimas gracias ____! –se lanza a mis brazos sonriendo y me da algunos besos en la mejilla derecha, yo río.
No las des cielo. Ah, por cierto... Tengo ropa de Bieber que me queda algo pequeña, si la quieres es toda tuya.
No... Espera... ¿¡Qué!? ¿¡En serio me estás preguntando si quiero ropa de Justin!? ¿Lo dices en serio?
Me queda pequeña, la tengo en unas cajas, pensaba dársela a cualquier amiga. Pero ninguna de ellas son Beliebers, así que ¿qué mejor que dárselas a una nueva amiga Belieber? –su cara se ilumina y vuelve a abrazarme.
Gracias –sonríe.

Salimos de mi habitación y, ella, al ver otras tres más, me pregunta cuántos hermanos tengo.

Tres, cariño. Tengo tres hermanos. Dos pequeños, que son mellizos y el mayor. El imbécil, tiene 17. Pero es guapísimo el cabrón, liga que no veas.
Sí, tiene que ser muy guapo... –mira hacia otro lado y yo río.
¿Quieres ver su habitación? –propongo, ella se encoge de hombros como si le diera igual.
Vale.

Caminamos hacia la habitación de éste y en cuanto abro la puerta, ahí está mi hermano, en calzoncillos, con los cascos puestos y la música a toda voz. Se quita uno de los cascos y sin esperarlo, se gira.

¡Dani! ¿Eres tonta? ¡Fuera de aquí!
Tranquilo capullo, sólo le quería enseñar tu habitación a mi amiga –ella se sonroja y mi hermano la mira.
¿Amiga nueva? –se dirige a la cama y coge un pantalón pirata vaquero, se los pone y vuelve a acercarse. Le sonríe a Helena. Ésta se la devuelve.
¡Eh, eh, eh! Parad de hacer eso. Ahora. Ya.
¿Por qué? –se gira Helena y me sonríe–. Sólo son sonrisas, ¿no? –se voltea y mira a mi hermano.
¿En serio? ¿Sólo sonrisas? Para mí es algo más –ríe y vuelve a irse hacia donde estaba, se pone los cascos de nuevo y sigue bailando.
Vámonos de aquí, es imbécil –Helena me sigue y cierro la puerta.
¡Ah, ____, y no vuelvas a entrar aquí sin llamar! ¡En cambio tu amiga que entre cuando quiera! –se le escucha reír y Helena ríe también. La miro.
¿Qué? Es muy mono –sonríe–, no me importaría salir con él. Está súper bueno, y tiene esa pinta de chico malo que me encanta.
Helena... No. Te lo prohibo.
¡Dani! –se escucha la voz de mi hermano al otro lado de la puerta, ambas miramos hacia ésta y me dirijo hacia la habitación.
¿Qué, pesado?
Puedes... Mmmm... Darme... ¿El número de tu amiga? –se rasca la nuca y río.

sábado, 15 de septiembre de 2012

·Capítulo uno; My Dreams Come True. [Justin y tú]


Abro los ojos. Miro a mi alrededor. ¿Dónde estoy? Esta no es mi casa, no son mis muebles. Me destapo sigilosa, bajo de la gran cama y me dirijo a una pequeña puerta entreabierta. Me gustaría decir que esto no me da miedo, pero no hay nadie. Y sí, me da miedo. Abro la puerta y escucho unos pasos, voy corriendo de puntillas hasta la cama, me tumbo y me tapo de nuevo. Entrecierro los ojos y veo como la puerta se abre. Es Gonzalo. Lleva algo en las manos, cierra la puerta con el pie y me mira sonriente. Ya sé lo que trae. Es una bandeja, un desayuno. Es tan mono. Deja la bandeja sobre la mesa de noche, se sienta a mi lado y me acaricia la mejilla.

Oye, princesa, despierta –abro los ojos y me desperezo, intentando que parezca real que me acabo de levantar. Él me mira mientras sigue sonriendo, se acerca y me besa la mejilla con cuidado. Me duele. Sonrío.
¿Qué hago aquí? ¿Y por qué me duele la mejilla? ¿A caso me he dado un golpe? –no dejo de preguntar, él me mira fijamente a los ojos, ríe y niega con la cabeza–. No te rías, no me hace gracia. ¿Mi madre sabe que me he quedado aquí?
¡Claro que lo sabe! Dani, por Dios, que es como mi tía, somos hermanos prácticamente. ¿Cómo no la iba a avisar? –voltea los ojos y vuelve a sacar esa sonrisa que hace que yo sea feliz, la que tantas veces me ha sacado adelante–. Y ahora, vístete princesa. Nos vamos de compras. Tienes el concierto de Bieber y los dos necesitamos ropa.
Espera... ¿Qué? –grito y le miro sorprendida–. Eso no querrá decir que vienes conmigo ¿no? –él me mira y sólo asiente, yo saco la mayor de mis sonrisas y le abrazo con todas mis fuerzas–. ¡Aaaaaaah! Te quiero, te amo, te adoro y te llevo a los toros –reímos y salgo de la cama–. Bueno, en ese caso, a desayunar y una mañana de shopping ¿no bro? –él sonríe y se levanta.
Vístete tranquila, yo te espero abajo ¿vale?
¡Oye, espera! ¿No me vas a contar lo que pasó anoche y el por qué de quedarme aquí? No lo entiendo ni tampoco es que me acuerde de mucho.
Mmmm... Ya luego te lo cuento más tranquilos, no creo que tengas ganas de saberlo. Y aunque te lo dijera e intentase calmarte no serviría de nada. Así que venga, desayuna y te vistes. No tardes, hay que coger el autobús de las doce y media –se dirige hacia la puerta, la abre, sale y cierra. Y me deja aquí, en ascuas, sin más.

Cojo la pequeña bandeja que, aún siendo pequeña, trae un buen desayuno. Dos tostadas, un café, un zumo, mermelada y una manzana. Sonrío y cojo las tostadas aún sentada en la cama, las unto y las dejo sobre el plato. Bebo un poco de café y le doy el primer bocado a la tostada. Y otro, y otro, y otro, y así hasta que ya no queda. Ataco a por la otra, el primer bocado, el segundo, el tercero, el cuarto, y sigo mordiendo y masticando hasta que igual que a la otra, ya no queda. Bebo más café, éste se acaba y entonces bebo zumo. Me lo acabo y cojo la manzana, ésta la guardo para después. La dejo encima de la mesa de noche, pero apartada de la bandeja. Me levanto y me estiro, esta vez con ganas. Abro las cortinas que estaban un poco cerradas y voy hacia una bolsa en la que pone en grande 'Justin Bieber :)', es de cuando me compré Someday. Aún huele a la colonia. Dentro está mi ropa, la saco y, para no haberla escogido yo (con lo estricta que soy para esas cosas) está muy bien. Unas Vans rojas, mi camiseta de EEUU y unos shorts azules. A juego con los zapatos viene mi diadema favorita, la roja. La conservo desde pequeña y me encanta. Mi collar de 'Believe' plateado y mis perlas blancas. Seguramente todo esto lo haya cogido Gonzalo, es el único que me conoce de verdad. Cada detalle, cada virtud y, por supuesto, cada defecto. Entro al baño y cierro la puerta. Abro el grifo y dejo la ropa sobre el lavabo. Huelo mucho a alcohol. Me desnudo y cojo dos toallas, una para el pelo y otra para el cuerpo. Entro a la ducha y el calor se apodera de mí. Regulo la temperatura y ésta vez sí. Me enjabono el pelo rápidamente y después lo enjuago, me lavo el cuerpo y seguidamente repito la acción del pelo, para dejarlo bien lavado. Salgo de la ducha y cojo la toalla, me la lío alrededor del cuerpo y después cojo la otra para ponerla en mi cabeza. Miro hacia arriba y me veo reflejada en el espejo. Tengo toda la cara multicolor. Morada, roja y verde. E hinchada también.

Dos horas después (…)

Venga, Gonzalo, quiero comprarme esa sudadera y esas supras, ¡lo necesito! –lloriqueo y él me mira cínico.
Sí, como si no tuvieses nada de él –mira hacia delante tirando aún de mí y yo me paro–. ¿Qué haces? ¡Vamos! –sigue tirando de mí pero yo niego con la cabeza–. Dani, vamos –sigo negando y él se rinde, me suelta y sigue su camino, yo corro hacia la tienda donde vi todo lo de Biebs.

Miro hacia atrás para buscar a Gonzalo y veo que se va, que desaparece entre la multitud. 'Ya vendrá luego' pienso.

A ver, la sudadera de 'swaggy <3 by: Justin Bieber' la necesito, las supras doradas también, los guantes dorados también, y esos collares, ¡oh Dios mío! –corro hacia ellos y los miro, mis ojos se llenan de lágrimas–. ¡Jiley! Amo estos collares, los cojo también –miro hacia otro lado y veo una sudadera, 'Still Kidrauhl' y dos fotos de Justin, una de pequeño y otra de hace poco. Comienzo a llorar y corro hacia ella. La cojo como puedo –ya que llevo ocho mil cosas– y voy hacia la caja–. Señorita, ¿cuánto es? –sonrío.
Pues... Mmmm... –empieza a sumar los precios y me mira sonriendo–. Trescientos euros todo.
Bien, aquí tiene –sonrío y le tiendo la tarjeta de mi padre, ella se lo cobra todo y me lo devuelve, saca dos bolsas y lo mete todo ahí–.
Ya está, muchas gracias por venir, que tenga buena tarde –sonreímos ambas y yo salgo de la tienda.

Saco el móvil de mi bolsillo, busco en la agenda 'Mejor amigo <3' y le doy al verde. Un 'pi', otro, otro, lo coge.

¿Sí? –comienza a reír y la voz de una chica se oye por detrás.
¿Dónde estás? ¿Y con quién? –frunzo el ceño, como si él me fuese a ver.
Joder, Dani, pareces mi madre. Estoy en Starbucks con Delia, estaba aquí con su prima. Y no veas como esta la prima –susurra esto último.
Bueno, pues ya he acabado de comprar las cosas de Bieber, así que voy para allá ¿vale?
Ajá, aquí te esperamos.

Cuelgo y guardo el móvil. Sonrío y camino hacia el Starbucks. La gente pasa y pasa a mi vera, algunos me dan golpes y ni siquiera se vuelven a disculparse. Voy medio corriendo por las ganas de ver a Delia. Ella se fue de vacaciones un mes y no la veo desde entonces. Entre la gente distingo a mi madre y mis hermanos pequeños, los tres ríen. El más pequeño lleva un helado en su mano, el cual está totalmente derretido. Voy hacia ellos e intento tapar con el pelo el gran moratón que tengo en la mejilla. Me miro en el móvil. Genial, no se ve. Corro y los alcanzo, están de espaldas, y para hacer la gracia, le doy un susto a mi madre.

¿Cuánto cobras, guapa? –susurro en su oído.
¿Perdón? –se gira enfadada y me ve, yo comienzo a reír al ver su cara–. ¡Dani! ¡Me has asustado! –se lleva la mano al corazón y ríe conmigo.
Lo siento, mami –río–. ¿Dónde vais?
Al cine –sonríe–. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? Ayer Gonzalo me dijo que te quedabas en su casa.
Mmmm... Ya. Y he estado en su casa durmiendo. Solo que hemos venido a comprarnos ropa para el concierto.
Dani... ¿No habrás usado por casualidad la tarjeta que te dio tu padre por si había alguna emergencia? –frunce el ceño y los dos pequeños ríen.
¿Qué tarjeta? –me hago la incrédula y miro hacia otro lado.
¡Daniella Di Gennaro por Dios! ¡Se supone que eso es por si había algún tipo de emergencia! ¡Y que yo sepa comprarte ropa para un concierto de Justin no es ninguna emergencia!
Lo siento mamá, prometo que después del concierto lo devolveré todo, te lo juro.
¿Sí? ¿Cómo? ¿Te vas a ir a trabajar con catorce años? ¡Dani por Dios! ¡No deberías haber hecho eso!
No me compraré ropa, no saldré... Y ya sabes que yo en esas dos cosas gasto como mínimo 500 euros al mes –eleva una ceja y tuerce los labios–. ¿Qué? ¡Es una necesidad! –agarra a los pequeños de las manos y está dispuesta a irse cuando gira de nuevo la cabeza.
Que sepas que tenía pensado castigarte sin concierto –mi boca se abre en forma de O y mis brazos se colocan en forma de jarra–. Pero como soy buena madre... Y sé lo que es no poder ir a ver a tus ídolos y sufrir por ellos... Te dejaré ir –sonríe melancólica y se gira.
¡Mamá, espera! –la agarro del brazo y vuelve a girarse hacia mí–. Gracias, muchas gracias –sonrío y la abrazo–. Eres la mejor del mundo –le doy un beso en la mejilla y me despido de los pequeños–. Adiós Alex, adiós Javi –ríen y yo les alboroto el pelo a ambos–. Nos vemos luego en casa, adiós.

Sonrío triunfadora y sigo con mi camino. Mi móvil vibra, lo miro. Un mensaje de WhatsApp de Gonzalo: '¿Te queda mucho? ¡¡Te tenemos una sorpresa, corre!! :)'. ¿Una sorpresa? Odio las sorpresas. Con odio quiero decir que las amo, pero solo cuando ya me la han dado. Antes no. ¿Nunca os ha pasado que os duele la tripa de los nervios por saber qué es? Esa, esa sensación es la que odio. En tu cabeza se barajan cosas que te gustaría que te regalasen o dijesen, y piensas '¿Y si la sorpresa es esa?'. Y luego, después de ilusionarte durante una semana entera... Plaf. Basta una llamada o una simple frase para que todo salte por los aires, y tú te quedes con las manos vacías. O ya no hay sorpresa, o no es lo que tú esperabas. ¿Y de qué ha servido todo ese tiempo comiéndote la cabeza? Te ilusionas sin motivo, puesto que no sabes lo que es. Y cuando ya te han dado la sorpresa y no era lo que tú esperabas, tienes que decir la frase, esa que nunca falla. 'Gracias, me ha encantado'. Mentira. Tú querías otra cosa. En mi cabeza no deja de retumbar la palabra 'sorpresa'. Y la pregunta '¿Qué será?'. Cuando me doy cuenta estoy en la puerta del Starbucks, y a través del cristal se ve la mesa en la que están mis amigos. Agarro bien las bolsas y corro ilusionada hacia la puerta, entro y les silbo. Gonzalo, que se percata al momento, se levanta y me señala al mismo tiempo que les dice algo a Delia y su prima. Delia se da la vuelta y sus ojos se cristalizan, los míos al igual que los de ella se inundan de agua y antes de que nos demos cuenta ya estamos corriendo la una hacia la otra. La abrazo con todas mis fuerzas, como si no hubiera mañana. Ambas lloramos en el oído de la otra. Nos separamos, la miro y le quito las pequeñas gotas que salen de sus ojos azules.

Este mes me ha servido para darme cuenta que te quiero mucho –dice, y una sonrisa aparece en mi rostro–. Y que no puedo vivir sin ti –sonríe y me abraza de nuevo.
Yo tampoco puedo vivir sin ti hermana –le beso la mejilla y ella sonríe.
Mira, ven –tira de mi mano y me arrastra hasta la mesa–. Esta es mi prima Helena. Quería conocerte y, bueno... Me la he traído –ríe.
Encantada, Helena –sonrío y le doy dos besos.
Igualmente, Daniella –ríe por lo bajo y sus mejillas cobran color.
Oh, llámame Dani. Daniella es demasiado formal –río–. ¿Y cuántos años tienes?
Trece, tú tienes catorce ¿no? –miro a Delia y sonrío.
Vaya, veo que tu prima te ha hablado mucho de mí ¿no, Delia? –reímos fuerte y Gonzalo nos mira perplejo–. Oh, bro, a ti no te he dicho nada –le doy un beso en la mejilla y le abrazo–.
¿Sois novios? –dice Helena, así, de repente. Gonzalo y yo nos miramos y reímos fuerte–. ¿Qué he dicho tan gracioso? –le susurra a Delia.
Nada, son cosas suyas –sonríe, Helena sólo asiente.
¡Y ahora la sorpresa! –Gonzalo se sienta y me deja un sitio a su lado. Delia y yo estamos en frente. Ella me mira y saca una sonrisa amplia.
Bueno... ¿A que no sabes qué? ¡Mi prima es Belieber! –Helena sonríe y Delia la mira–. ¿A que sí, Hele? –ella asiente y yo la miro sonriendo–. ¿Y a que no sabes otra cosa? –frunzo el ceño y Helena baja la cabeza sonriendo–. ¡Vamos contigo y con Gonzalo a Bilbao! –sonríe ampliamente, se levanta y me abraza. Yo sigo en estado de shock–. ¿Qué pasa? ¿No te hace ilusión? –sube su ceja derecha y se vuelve a sentar frente a mí.
¿Eh? Ah, sí, sí. Mucha. Pero ¿tus padres lo saben? ¿Y los suyos? ¿Y mi tía? Porque nos quedamos en casa de mi tía, lo sabías ¿no? –ella sonríe y niega con la cabeza, luego me interrumpe.
¡Claro que lo saben! ¡Ya tenemos las entradas! –abre su bolso y saca dos tickets, efectivamente para Bilbao.
Dios, no me lo puedo creer –mis ojos vuelven a inundarse de agua–. Pero, vosotros no sois Beliebers. Excepto Hele. ¿Por qué lo hacéis?
Queremos verte feliz –dice Gonzalo, el que parece muy convencido–, y si para eso hay que ir a un concierto de tu ídolo, iremos.
Así que ¿todo esto es por mí? ¿Queréis que cumpla mi sueño rodeado de mis mejores amigos? –sonrío.
Efectivamente, Dani –susurra Hele, la que parece feliz–, lo hacemos por ti. Y por mí. Ambas queremos cumplirlo y, Delia, como mi prima, quiere que lo cumpla con ella y sus amigos. Y Gonzalo, como tu casi hermano, quiere que lo cumplas con tus mejores amigos. Así que vamos todos juntos. ¿No es genial? –levanta la cabeza y ríe levemente.
Por supuesto. Realmente genial –sonrío y los miro a todos. Feliz. Ahora mismo soy jodidamente feliz. 

jueves, 13 de septiembre de 2012

·Introducción; My Dreams Come True. [Justin y tú]

En un mundo donde las palabras salen solas, donde en vez de pegar tiro supras, donde en vez de llorar, mi ídolo me enseñó a correr en círculos. Me llamo Danielle Di Gennaro Coomer. Soy cruzada. Es decir, mi padre es italiano, mi madre estadounidense. Pero vivo en España. Tengo catorce años, dos hermanos pequeños y uno mayor y un sueño por cumplir. Soy Belieber hasta las trancas y desde no hace mucho, pero amo tanto a mi ídolo como cualquier Belieber que lleve desde el principio. Daría la vida por él. ¿Amigos? Falsos muchos, de verdad muy pocos. Mi mejor amiga, Loyce. Se apellida Taylor Wells. Es pelirroja, alta, ojos azules y delgada. Ella es estadounidense, la conocí un verano que fui a ver a mi familia y desde entonces somos inseparables. Nos llamamos o hacemos videollamadas todos los días. Después está Delia Ballesteros Núñez. Ella es española y vive en mi calle. Vamos al mismo instituto. Es rubia, alta, ojos azules oscuros y muy delgada. La considero mi única amiga aquí, aunque también tengo a mi mejor amigo. Él es como mi novio pero sin serlo, alguien a quien adoro. Se llama Gonzalo Díaz García, es alto, pelo castaño, ojos también azules y en muy buena forma. Yo soy la 'popular' del instituto, la guapa y la perfecta según todos los tíos, aunque yo odio serlo. Me atosigan sin saber que vivo enamorada de un canadiense y ninguno de ellos hará que eso cambie. Vivo en un pequeño pueblo del sur. Mi ciudad favorita es Sevilla, puesto que estoy enamorada de ella y, aunque soy italiana/estadounidense/española, me considero sevillana de sangre, ya que llevo casi toda mi vida aquí. Mi historia te hará soñar, te lo aseguro. ¿Te atreves?